miércoles, 6 de abril de 2011

Los de la acera de enfrente

Esta claro, que eso de la acera de enfrente es solo una cuestión relativa e incluso resulta absurdo discutir cual es la correcta, la pregunta previa debería ser, ¿a dónde se quiere ir?

Mientras unos señores fantasean con la posibilidad de unir España y Portugal en un único estado, otros están fantaseando poderse marchar de España, ¿a dónde se quiere ir?

Cuando oigo aspiraciones independentistas en adolescentes, me suena encantadoramente romántico, solo es una proyección de la independencia a la que tal vez no pueden conseguir de sus padres, ya sea económica o emocional, pero cuando se las oigo a un adulto, la verdad es que me quedo un tanto perplejo, o tiene la barriga demasiado llena (vamos, que tiene indigestión), o alberga esperanzas inconfesables, o, pertenece a esa mediocre mayoría que “toca de oído” y no se ha parado a meditar de forma racional los pros y los contras aceptando sin reservas los axiomas promulgados por cuatro interesados que esperan y aspiran a sacar “tajada”

Lo triste, o, lo realmente sorprendente, es la capacidad humana de olvidar. Si tuviéramos la capacidad de aprender de la historia y recordar lo que ha representado para el progreso los elevados ideales del nacionalismo de izquierdas, no desearíamos volver a oír de ellos. Si, deberíamos recordar que el mayor y mejor exponente del nacionalismo de izquierda fue Hitler, no en vano su partido político, el que le llevo al poder en Alemania fue el “Nacional Socialista”.

A estas alturas, decir que eso de izquierdas o derechas es, como las aceras, una cuestión relativa.

Personalmente, pertenecer a la Republica de Nueva Iberia me resulta seductor, una republica en la que tuvieran cabida las autonomías, los estados federados, nacionalismos históricos, e incluso Andorra, país que perdiendo el estatus de paraíso fiscal (y está en ello), tarde o temprano deberá claudicar y arrimarse a Francia o a España, o, porqué no a la Republica de Nueva Iberia.

Esta claro que la visión de la derecha y de la izquierda nunca será la misma, la pregunta sigue siendo ¿A dónde se quiere ir?

¡El de la acera de enfrente es el otro!